¿Es caro un buen vino?

El vino es un producto en torno al cual hay muchos mitos. Como por ejemplo, que el buen vino tiene que tener un precio muy caro. Y esto no es necesariamente cierto. Vamos a analizar esto de una forma sencilla.

Para empezar, vivimos en un país que es un gran productor de vinos. Hay materia prima de calidad y experiencia en su proceso de creación. Esto hace tengamos algunos de los mejores caldos del mundo. Pero el precio del vino no viene determinado tan solo por su calidad. También está el nombre, lo que se invierte en propaganda y, como no, el que algunas bodegas ponen un precio alto a sus botellas para darles un aire de exclusividad que no siempre se corresponde con lo que el cliente encuentra en el descorche.

Hay que tener claro que un vino excesivamente barato, de esos que se encuentran en el supermercado por un par de euros, no puede ser bueno. Por ese dinero no se puede pagar la materia prima y el trabajo que conlleva un mínimo de calidad. Pero no es necesario pagar tres cifras para tener una excelente bebida. Solo tienes que ir a una estantería de un supermercado para ver el condes de albarei precio para darte cuenta que por una cantidad bastante asequible se puede tener un vino que satisface a prácticamente todo el mundo.

Hay vinos que tienen precios ridículamente altos solo porque son de importación y el traerlos desde su lugar de origen hace que el precio de la botella aumente considerablemente. Y eso no hace que sean mejores que un vino nacional que puede costar cinco veces menos. Evidentemente, hay vinos de importación de una excelente calidad que valen cada céntimo que cuestan, pero no debemos de caer en el defecto de pensar que solo porque viene de fuera, es mejor.

Luego están los vinos de colección, esos por los que se llegan a pagar fortunas por una botella. Pero en estos casos no se paga por el sabor del vino, de hecho no se va a descorchar la botella, sino por tener algo de lo que quedan pocas unidades en el mundo. Aunque se trate solo de una vieja botella de vino. Como suele decirse, las cosas valen lo que alguien está dispuesto a pagar por ellas, aunque la mayoría no estemos dispuestos a pagar por una botella de vino que no nos beberemos.