Vivir en un primero 

Tengo que admitir que nunca me gustó mucho la idea de vivir en un primero. Me gusta sentir que estoy lo más lejos posible de la calle. Supongo que lo ideal es vivir sin nadie encima, en el último piso, pero no todos nos podemos permitir un ático de 300 metros cuadrados, así que hay que conformarse con las posibilidades de cada uno. Y a mí me ha tocado vivir en un primero, pero con una preciosa terraza que es la envidia de muchos transeúntes.

Y eso que tardamos en sacarle provecho. Entre que yo no estaba muy contento al principio con el piso, y que no teníamos tiempo para amueblar y decorar más allá de lo imprescindible, la terraza permaneció al principio sin aprovechar. No sería hasta que llegó el virus y todos tuvimos que pasar más tiempo de lo habitual en casa cuando empezamos a ver la terraza con otra perspectiva. Nos dimos cuenta de la suerte que teníamos con respecto a otras personas que estaban sin terraza, sin poder salir a tomar al aire. Y nos pusimos manos a la obra ya que, además, teníamos más tiempo para dedicar a estas cosas.

Lo primero que hicimos fue comprar biombos separadores terrazas. Como es un espacio bastante grande pensamos en crear dos espacios, uno para comer y otro para descansar ambos separados por un biombo. Nos acostumbramos a salir a comer a la terraza cuando llegó el buen tiempo y es algo que seguimos haciendo actualmente. Pero, además, compramos el típico calefactor que tienen en muchas terrazas de hostelería para las noches más frescas.

 

Por último, pensamos en que los biombos separadores terrazas y el calefactor no iban a ser suficientes con el frío, así que decidimos cerrar la terraza con una cristalera. Fue una decisión difícil pero que se ha demostrado práctica. Cuando hace buen tiempo, abrimos la cristalera, pero con el viento la cerramos y se está mucho más confortable, pero sin perder las buenas vistas que tenemos que, a pesar de ser un primero, están muy bien.