El escaparte marca la diferencia

Mi amigo Carlos es uno de los muchos emprendedores que nacieron al calor de la crisis. Tenía un trabajo de oficina que terminó antes de lo previsto debido a un ERE en su empresa. No es que estuviese muy feliz en aquel trabajo, así que tampoco se tomó el despido como algo trágico. De hecho, ya venía bosquejando un proyecto que tenía en mente antes de que llegase la crisis: quería abrir una tienda de alimentación con un toque tradicional pero de estilo moderno… O traducido, ahora que no nos escucha: una tienda de comestibles para hipsters.

Todo esto fue antes de que este tipo de tiendas se pusieran de moda, y es que actualmente, en los barrios más céntricos de las ciudades, encontramos muchos ejemplos de esta clase de establecimiento. Él fue un pionero en su ciudad.

Alquilo un local en una zona muy céntrica. Sabía que la ubicación era fundamental. Se pasó meses negociando con proveedores y tratando de elegir los mejores productos y la materia prima. Todo lo cuidó con mimo, pero se le olvidó un detalle: el escaparate. No pensó demasiado en la imagen de la tienda hacia el exterior y en los primeros meses pasó desapercibida. La mayoría de las personas que entraban repetían, pero no entraban demasiados clientes. La tienda no llamaba la atención.

Entonces decidió contratar a un escaparatista que dio un giro radical al aspecto externo de la tienda con rotulos en vinilo, un logo renovado y bien visible desde el exterior dejando más espacio vacío en la cristalera. Antes parecía que la tienda no dejaba ver nada de lo que había dentro y ahora se ve todo. También cambió las luces del escaparate para darle un toque más elegante: todo son pequeños detalles pero que juntos han supuesto un cambio tremendo.

Ahora se paran muchas más personas atraídas por los rotulos en vinilo y por el aspecto impoluto del interior de la tienda que, por fin, se ve desde el exterior. Y es que por mucho que vendas buenos productos, si la gente no lo sabe, no podrás tener éxito.