En mi barrio se ha desatado una pelea inmobiliaria de proporciones épicas. El mercado se ha vuelto loco y los precios se han disparado. Pisos que hacía medio año estaban por 1000 euros, salen a los portales de alquiler por 1400 o 1500 euros. La mayoría de ellos, eso sí, se ven obligados a bajar bastante cuando se dan cuenta de que han sido demasiado optimistas. Porque, que yo sepa, los españoles no nos hemos vuelto millonarias de la noche a la mañana.
De cualquier manera es evidente que la pelea está servida, y los ‘aspirantes’ a inquilinos deben bregar por conseguir el piso que desean en la urbanización más adecuada. Porque el barrio está conquistado por las urbanizaciones. Una buena manera de diferenciar la calidad de unas de otras es fijándose en la piscina.
Existe una urbanización muy curiosa que ha invertido más de lo habitual en este espacio. Es muy grande, tiene un gran espacio ajardinado y una zona recreativa muy chula. Pero lo mejor de todo es la cubierta de piscina. Es la única que yo he visto en este barrio. Se trata de una cubierta telescópica que la cubre varios meses al año, entre otoño y primavera. En verano, la abren y en invierno, según tengo entendido, cierra al público.
Contar con una piscina que abre 9 meses al año es todo un lujo y una forma de diferenciarse de la ‘competencia’. A buen seguro que existen muchas personas que lo de la piscina ni fu ni fa, pero para los amantes de la natación supone un extra a tener muy en cuenta.
Este ejemplo de la cubierta de piscina sirve para constatar que los detalles pueden marcar la diferencia entre unos pisos y otros, entre unas urbanizaciones y otras. Si después de ver esa maravilla vas a ver otra urbanización y te encuentras con una piscina de 20 metros cuadrados en la que apenas entran más de 10 personas a la vez, te decepcionas.
Como dicen los expertos, hay pisos que se venden o se alquilan solos. El agente inmobiliario no necesita hacer grandes esfuerzos ni seducir al cliente con su verborrea comercial: solo se trata de abrir la puerta del piso y ‘tachán’…