El problema era el exceso

Cuando le digo a mi madre que tengo hemocromatosis me mira con cara rara, pero cuando le digo que tengo que tomar sobre todo alimentos pobres en hierro ya entonces se vuelve loca. Toda la vida diciéndome que necesitamos mucho hierro para estar más sanos y fuertes y resulta que yo debía hacer justamente al revés.

Pero no la culpo, por supuesto, yo tampoco había oído hablar nunca de este trastorno. Como la mayoría, asumimos que las lentejas o el pescado, por ejemplo, son alimentos básicos en una dieta equilibrada, entre otras cosas, por su importante aporte de hierro. Pero cada persona es un mundo, y en mi caso tengo que limitar esa clase de alimentos.

Realmente yo no conocía a nadie que tuviera un problema similar al mío. Cuando empecé a sentirme mal hace unos años, como cansado, se me hicieron unos análisis porque se sospechaba que podía tener anemia. Ya se sabe, la anemia es la falta de hierro en el cuerpo lo que produce fatiga y cansancio pudiendo tener consecuencias más graves. Pero los análisis salieron completamente al revés.

Irónicamente, el exceso de hierro también puede tener como consecuencia la fatiga, uno de los problemas que yo venía teniendo desde hacía bastante tiempo. Finalmente, me dijeron que tenía hemocromatosis. Y, a partir de ese momento, mi vida cambió: he tenido que seguir una dieta muy estricta desde entonces.

A pesar de todo, nunca me había alimentado mal, o eso pensaba yo: no me gustan los dulces, ni como demasiada grasa, ni cerdo, ni carne roja, etc. Siempre he sido más de fruta, verdura y pescado. Mi madre me enseñó a comer bien, pero no contaba con que ese comer “bien” no siempre es igual para todos.

A pesar de que no soy muy de dulce, he tenido que quitarlo del todo porque también me lo han recomendado ya que también podría tener riesgo de tener diabetes. Y, por supuesto, tomar más alimentos pobres en hierro como los lácteos o muchas verduras. Por suerte, todavía puedo comer algo de pescado como sardinas o el salmón, que es uno de mis platos preferidos.