A veces, solo necesitamos el coche para pequeños desplazamientos. Por ejemplo, para ir a trabajar a una distancia prudencial de casa o para ir a llevar a los niños al colegio o a acompañarlos a sus actividades extraescolares. Se trata de un vehículo que va a realizar muy pocos kilómetros al año y por eso cabe preguntarse, ¿merece la pena comprarlo nuevo?
La mayoría de las veces, no merece la pena. El valor de un coche nuevo cae desde el momento en el que sale del concesionario y si no estamos contentos con el vehículo o nuestras necesidades cambian, los años que el coche tenga según su matrícula serán determinantes para su valor. No importa que el coche esté prácticamente nuevo, que el motor tenga muy pocos kilómetros y que la tapicería esté casi como el primer día. Si el vehículo tiene, por ejemplo, ocho años, su valor será muy bajo.
Sin embargo, si se compra un coche usado, como un ford de segunda mano, es mucho más fácil que se amortice la inversión. Un coche usado en buen estado puede aguantar todavía muchos kilómetros y dado que se va a rodar poco cada año, esto significa que se puede tener vehículo para muchos años.
Y si las necesidades cambian y hay que vender, no se perderá tanto dinero como si se ha pagado nuevo el auto. Por el contrario, se puede vender por una diferencia pequeña respecto al precio de compra por lo que habrá quedado perfectamente amortizado gracias al uso que se le ha dado. Incluso podríamos decir que hemos salido muy beneficiados en la transacción.
El vehículo de segunda mano no tiene que ser muy viejo, es preferible que se trate de un coche semi nuevo, con pocos kilómetros en su marcador y que todavía tenga un aspecto que parezca salido del concesionario. De esta manera, pagaremos mucho menos que por un coche nuevo pero prácticamente tendremos todas sus ventajas.
De este modo, el vehículo puede usarse como un coche auxiliar, para realizar recados y desplazamientos pequeños. Pero también nos servirá si se quiere hacer un viaje en vacaciones o se decide hacer cualquier tipo de escapada. Una mayor versatilidad y mucho más servicio de lo que se obtiene con un coche más viejo, que quizás no sea cómodo ni esté ya en condiciones de vivir demasiadas aventuras con nosotros, más allá de sus pequeños trabajos diarios.