Ahora me arrepiento de no haber empezado antes. Ya hace unos años que empecé a notar que se me caía el pelo. No fue nada del otro mundo al principio. Recuerdo que alguno de mis amigos que luego se quedaron calvos me dijeron que perdían el pelo a puñados. Que se despertaban con la almohada llena de pelos o que cuando se duchaban notaban que caía mucho. Ese no era mi caso así que me tranquilicé.
Pero ya en aquel momento debería habérmelo tomado de otra manera. Recuerdo que mi novia de entonces tenía un familiar que era dermatologo especialista en alopecia. Como le hablé un poco del tema y del miedo que tenía a quedarme calvo me recomendó que lo visitara. Me dijo que, por lo que había oído, sus tratamientos eran bastante exitosos y que retrasaba bastante la caída del pelo. Y estuve a punto de hacerle caso, pero al final entre una cosa y otra lo dejé.
Y un tiempo más tarde, el pelo empezó a caer con más asiduidad y en mayor cantidad… Ya no estaba saliendo con aquella chica, pero aún éramos más o menos amigos así que me llené de valor, cogí el teléfono y hablé con ella. Seguro que lo último que pensaba cuando descolgó es que, tras preguntarle qué tal estaba y esas cosas, iba a pedirle las señas de ese familiar suyo que era dermatólogo especialista en alopecia.
Y no pudo evitar decirme, “te dije hace años que fueras a consultarlo, porque con estas cosas es mejor prevenir que curar”. Mismamente como una madre, pero en el fondo yo sabía que tenía razón. Debía haber consultado antes y probablemente ahora no estaríamos donde estamos. Pero no se puede dar marcha atrás en el tiempo. Mientras queden pelos, hay esperanza, aunque no sea así el dicho, para esto vale.
En mi primera visita ya me quedé más tranquilo porque me presentaron todas las alternativas que tenía, aunque antes había que hacer algunas pruebas para determinar cuál podía ser la razón de la caída del cabello. Ahora toca esperar.