‘Salsas Lover’, podrían llamarme, porque soy un gran aficionado a ellas. Y me refiero a las que se comen, no a las que se bailan, que no las soporto. Mi mujer me llamó el otro día ‘cocinillas’ y sentí un respingo. No lo dijo en sentido peyorativo, sino como aquella persona que empieza a dominar el arte culinario, sin llegar a ser un cocinero con todas las letras, que no lo soy… Pero, poco a poco, he empezado a usar la cocina para algo más que freír un huevo o encender el microondas. Cuando un buen día tienes tres fogones y un horno funcionando a la vez, es que empiezas a cocinar en serio.
Y, como decía, las salsas son una de mis debilidades y en lo que estoy intentando ‘especializarme’… Una buena salsa cambia un plato: un pescado con una salsa deliciosa, será un plato delicioso, un plato de pasta con una salsa en condiciones, será un plato de pasta en condiciones. Así es que la nata cocinar se ha convertido en uno de mis ingredientes básicos.
Una de las primeras salsas que hice fue la clásica carbonara. Parece fácil, pero no lo es tanto, sobre todo si no eres muy experto. Recuerdo que la primera vez que la hice no me salió muy bien. Uno de los errores fue que elegí mal la nata. Para hacer una buena salsa hay que usar nata adecuada, para cocinar, a poder ser que mantenga el sabor de la nata tradicional. Cuando intenté la carbonara por segunda vez me salió mucho mejor y a la tercera mi mujer ya me dijo: ‘bueno, no está mal’…
Obviamente no podemos comer platos con salsa todos los días. La nata cocinar, la harina o el aceite, tres ingredientes básicos en muchas salsas, son productos naturales y de calidad pero tienen mucha grasa, por lo que hay que moderar su consumo. Además, las salsas llaman a otro producto que también ‘engorda’ bastante: el pan. Y yo también soy un ‘pan lover’.
De cualquier forma, me alegro de que mi relación con la cocina vaya mejorando y que mis platos ya empiecen a ‘no estar mal’…